HACIA EDIMBURGO POR
LA CASA DE W.
SCOTT, DRYBURGH ABBEY Y EL CASTILLO DE MELLERSTAIN
21 de julio
Km:
130
Lugares Visitados: Abbotsford
House en Melrose, Dryburgh Abbey, Castillo de Mellerstain y en EDIMBURGO,
Princess Street, Royal Mile, catedral de St. Giles y Charlott Square
Pernocta: Camping de Musenburgh (Edimburgo)
A las 6 de la mañana estaba
lloviendo. A las 7 nos despertamos definitivamente con un limpio y brillante
cielo azul para dirigirnos hacia Abbotsfort
house, casa de Sir Walter Scott a 5 km de Melrose. Llegamos a las 9, pero hasta
las 9,30 no abrían.

La casa está en una pequeña hondonada rodeada de una especie de
muralla-muro. Es un pequeño y coqueto castillo. El interior es sencillo, austero pero muy elegante
y acogedor. Las bibliotecas –hay dos- son una preciosidad. Hasta ahora todos los palacios o castillos
visitados disfrutan de unas preciosas bibliotecas. Abbosfort house es una
preciosa casa señorial rodeada de
bonitos jardines y una espléndida huerta. No le falta de nada, aunque no es el
lujo o suntuosidad de los palacios que hemos visto hasta ahora.

Dryburgh Abbey, a donde fuimos después,
son unas preciosas ruinas situadas en un precioso y apartado paraje en las que
está enterrado Scott, y, aunque muy bonitas, no alcanzan la magnitud de
Fountains Abbey pero merece la pena detenerse a verlas. Salimos hacia Mellerstain, mansión situada en medio
de preciosos jardines diseñada por el famoso arquitecto Robert Adam . Los
jardines de esta mansión escocesa no son tan espléndidos ni grandiosos como los
de los palacios ingleses, pero las distintas plantas y flores se combinan
deliciosamente dotándolos de una belleza singular. Del interior destacan los
techos con estucos trabajados. Todo el mobiliario es elegante y el resultado de
la combinación de techos y chimeneas a juego, mobiliario, pinturas, tapicerías
y colores, que están exquisitamente seleccionados, crean un ambiente acogedor y
único para cada estancia. Nos resulta curioso ver como hay una gran sala
destinada a baile, sala que aparecerá en otros palacios escoceses pero no había
en los palacios ingleses visitados.
Nos dirigimos hacia EDIMBURGO al camping en Musenburgh, bien señalizado pero caro (unas
4.500 pts
los cuatro al día) más 10 peniques por ducha y 800 pts por poner una
lavadora y secar la ropa. Aquí también llave para los servicios. La parada del
autobús está a unos 500 m
y, en teoría, pasa cada 15 minutos. Esperamos unos 20 y cuando pregunto por el
coste del viaje el conductor me responde algo que sonó como “Gueayugó?”y que
con la imaginación característica de los que no hablamos bien un idioma y
necesitamos sobrevivir traduje como “¿a dónde va?”. La leche ¿dónde se había
quedado el “Where do you go”?. Entrando ya en la ciudad cae un buen chaparrón que los lugareños aguantan
estoicamente, algunos incluso sin paraguas. El autobús nos deja en Princess Street, principal calle
comercial de la ciudad, junto al monumento de Scott. Al otro lado, en lo
alto, tras atravesar un parque, aparece
la vieja ciudad de Edimburgo con edificios cuadrados de piedra gris con sus chimeneas recortándose en
un cielo plomizo.
Vamos hacia la
Royal Mile. Llueve, aunque menos que antes y buscamos la catedral de St. Giles de la que destaca la capilla del cardo, con cardos en
los nervios del techo, y las vidrieras. De allí, Royal Mile para abajo, hacia la War shop, tienda de WarHammer que encontramos
cerrada al haber cerrado 10 minutos antes. Seguimos paseando por esta calle
entre sus edificios de piedra gris y bajamos atravesando de nuevo el parque
para ir a la zona nueva de Edimburgo, a la Charlot Square ,
siguiendo Princess Street. La lluvia deja paso al sol en una atmósfera
transparente, limpia y brillante iluminando con esta luz especial la vieja
ciudad de Edimburgo, que se muestra a nuestra izquierda en lo alto, espléndida:
edificios grises de piedra, de líneas rectas rotas por algún tejado cónico.
Señorial, sencilla, sobria, elegante...forma un conjunto casi perfecto donde solo destacan unas casas de entramado
cercanas al castillo, casi al final de esta perfecta línea. El castillo, casi
está suspendido en el aire, en lo más alto, parece inexpugnable. Disfrutando de
esta preciosa vista llegamos a la elegante Charlott
Square, en la ciudad nueva del XVIII diseñada por Robert Adam. También todo perfectamente
conjugado. Seguimos por calles paralelas a Princess Street hasta tomar de nuevo
el bus de regreso. Nos duchamos, hicimos una gran colada y a eso de las 10
pudimos cenar e irnos a la cama a las 11.
POR EDIMBURGO
22 de julio
Lugares visitados: Castillo de
Edimburgo
Pernocta: camping de
Musenburgh (Edimburgo)
Este
día teníamos previsto visitar el castillo y dar otro paseillo por esta hermosa
ciudad. El castillo hay que verlo,
pero no es una cosa del otro mundo. En su explanada trabajan afanosamente
montando las gradas en donde se celebrará en agosto el famoso festival de
Edimburgo, el “Military Tattoo”. Desde
el interior, las vistas son bonitas, su cárcel, curiosa, del palacio el gran
hall con un precioso techo de madera pintado, el Mons Meg, gigantesco cañón de
500 años. Curioso el Scott National War Memorial, que contiene numerosos libros
ordenados por fechas, regimientos y años con los nombres, lugar de nacimiento y
de fallecimiento de los caídos en combate. Bonitas sus vidrieras. En el
castillo están también las joyas de la corona escocesa con un curioso montaje
de personajes que escenifican su historia. Alreredor de las 13 horas una
multitud comienza a congregarse alrededor de una bateria que con exquisita
puntualidad, dispara una salva en honor
de la bandera que nos deja medio sordos.Dejamos el castillo atrás y paseamos de
nuevo por la Royal Mile
hasta la Workshop
en donde David disfrutó comprando algo que según él, es dificil encontrar en
España. Comimos en una pequeña plaza junto con otros que venían con sus
pequeños paquetitos de comida, macarrones o ensaladas en cajas de plástico o
patatas fritas envueltas en papel, o un par de sanwich que devoraban
rapidamente. Con lo pudorosos que son estos británicos para algunas cosas, sin
embargo, comer lo hacen en cualquier lugar y de cualquier forma. Los españoles
eramos inconfundibles haciendo o comiendo bocadillos. Continuamos nuestro paseo
por la ciudad antigua, regresamos al autobús y nos bajamos en una gran
superficie (Somerfield) para abastecernos ya que a partir de ahora la cosa será
dura al dirigirnos hacia el norte. La fruta es un lujo, menos mal que todavía
sobreviven los melones. Llegamos al camping a las 5,30, nos duchamos, nos
“reorganizamos” en ropa, comida, etc,y a dormir.
HACIA LAS HIGH LANDS
KM: 330
Lugares visitados: Hopetoun, Culross, Castillo de Blair
y Reserva Natural de los Cairngorms.
Pernocta:
Aviemore aparcamiento junto a la pista
de sky artificial, entre la fachada de un hotel, la carretera principal y la
que recorre la ciudad
El día amanece gris, pero la temperatura es agradable. Dejamos Edimburgo
para ir a Hopetoun, coqueto palacete
cerca del mar diseñado por William Adam a quien le sucedieron tras su muerte,
sus hijos, Rober y James. Pequeño, en comparación con los ingleses, de jardines
austeros pero bonitos. Su interior resulta elegante, acogedor y agradable. Nos llama la atención en la cocina
unas campanas con los nombres de las habitaciones que suponemos que servían
para llamar al servicio desde aquellas.
La decoración, como en todos, resulta armoniosa y todo aparece integrado casi a
la perfección. Las bibliotecas -hay dos, una grande y otra más pequeña-
presente hasta ahora en todos los palacios, es una preciosidad. Todas las
paredes aparecen revestidas de madera y con cornisas doradas. El techo del
comedor es impresionante. Hasta ahora solo había visto en pelìculas estos
grandes comedores con su enorme mesa central con ruedas en las patas, decoradas
con preciosos centros de motivos variados, con sus vajillas de porcelana y cuberterías para más
de 12 o 14 comensales. Ahora
ya hemos visto varios y todos preciosos.
Nos dirigimos ahora a Culross, bonito pueblo de pescadores al
noroeste de Edimburgo. Paseamos por sus calles en las que se alineaban pequeñas
casas de colores suaves con dinteles en las puertas de piedra. El centro de sus empedradas calles era recorrido por un
pasillo o línea central, un poquito más elevado que el resto, destinado al
paseo de las gentes de “postín”.
Ahora, dirección al castillo de Blair a donde llegamos a las 14,00. Cae una suave lluvia, la que llamamos “chirimía mojabobos”.
Torretas, chimeneas y parapetos almenados se
alzan en medio de un precioso y verde jardín con gigantescos árboles.
Aquí se encuentra el único ejército privado que existe en Gran Bretaña,
compuesto por 80 hombres. La
entrada está plagada de armas y a ella se abren dos pisos forrados de madera.
Los pasillos, en los que aparecen cornamentas de ciervos, y las salas se
suceden con un estilo y decoración similar al de Hoptoun, pero de mayor
tamaño.Destaca la escalera forrada completamente de madera con estucos y la
pequeña biblioteca. Al igual que en todos, nos sorprende la armonia de todo el
conjunto: son todos acogedores y manejables, su visita no resulta
"cansada" a la vista y todo aparece exquisitamente cuidado hasta el
más mínimo detalle. Aparecen cuadros de dueños anteriores con el vestido típico
de las Highlands. Me gustan especialmente las joyas de la época, pulseras y
adornos del pelo, camafeos con retratos, anillos y un reloj en un cuadro. Todo
está tan conjuntado, tan cuidado que parece que sus dueños van a aparecer de un
momento a otro siguiendo con su vida cotidiana.
Salimos a los jardines bajo
esta fina lluvia que no cesa y vamos al parque de ciervos donde debajo de un
gran arbol encontramos un pequeño grupo de un macho con varias hembras que
podemos contemplar a escasos 4
metros . Paseamos por frondosos y espesos jardines
entre gigantescos árboles (alerces)
plantados en el XVIII, algunos de hasta 50 m , que más bien conformaban un precioso
bosque que no dejaba pasar la luz para fotografiarlo. Llegamos a las ruinas de
una iglesia, rodeada de lápidas que se levantaban grises sobre el verde suelo y
continuamos hasta otro jardín con un precioso estanque en el centro con
nenúfares y rodeado de cesped y flores.
Dejamos atrás este bonito lugar para
adentrarnos en las Highlands bajo esa fina y persistente capa de lluvia, hasta
Aviemore y la reserva natural de los
Cairngorms. Una vez allí, ascendimos por una tortuosa carretera hasta la
plataforma del telesilla. Allí el viento soplaba fuerte y frío. Desierto todo.
La lluvia no nos deja ver apenas nada del paisaje, que tampoco es nada
impresionante. Son las 6 y el telesilla está cerrado desde las 4 hasta las 10 del día siguiente. Buscamos un
lugar para pasar la noche, que no fue facil ya que al haber campings cercanos
prohibían la pernocta ("no overnight" o tienda de campaña con una
cruz) En Aviemore encontramos un parking
"free" junto a la pista de sky artificial, entre la fachada de un
hotel, la carretera principal y la que recorre la ciudad. A las 10,30 hay luz y
a las 11 la noche la claridad persiste, como a las 4 de la mañana. No acabo de
acostumbrarme y a veces cuando despierto a estas horas y veo la claridad, meto
la cabeza dentro del saco.
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(Ir a la parte superior izda. de la pág.: "En Inglaterra")
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